El problema del consumo

El problema del consumo

Hoy en día el Cambio Climático representa una de las mayores amenazas para el desarrollo de la civilización humana. La excesiva quema de combustibles fósiles ha potenciado el efecto invernadero (en antaño, esencial para el desarrollo de la vida en nuestro planeta), provocando un incremento significativo en las temperaturas de la superficie terrestre. Según el IPCC, este incremento es consecuencia directa de las actividades humanas, las que durante los últimos 150 años se han sustentado principalmente en energías contaminantes no renovables. De esta forma, la moderna producción de bienes y servicios se ha cimentado, casi exclusivamente, en energías contaminantes provenientes de la quema de combustibles fósiles. Pero ¿son realmente las grandes industrias los únicos responsables de esta incremento en las concentraciones de gases de efecto invernadero? La respuesta a esto no es tan simple y puede sorprender a más de uno. 

Para resolver esto, es necesario revisar previamente cómo funcionan las economías de mercado y las cadenas de producción de los bienes y servicios. Por un lado, los mercados capitalistas (que operan en la mayoría de los países democráticos libres) dependen de dos fuerzas económicas: la demanda y la oferta. La demanda representa la intención de las personas por adquirir un determinado bien o servicio; mientras que la oferta representa la disposición, por parte de la industria, de ofrecer determinados bienes y servicios. Ambas fuerzas se encuentran íntimamente relacionadas y condicionadas de forma recíproca, en el sentido de que si, aumenta la demanda (o el deseo de las personas por consumir un determinado bien o servicio), el mercado operará de manera tal de incentivar en la industria la satisfacción de esas demandas, aumentando la oferta (o la producción de un determinado bien o servicio). 

Esto no tan solo tiene un impacto en las cadenas de producción (al aumentar la demanda, aumenta la producción de bienes y servicios) sino que también en las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero ¿cómo es esto posible? Bueno, las industrias requieren de energía eléctrica para operar, la cual proviene en su gran mayoría (más del 80% a nivel mundial), de matrices que se sustentan en la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). A esto hay que sumar el transporte y la puesta en venta de los productos, las que al igual que en la producción, se sustentan en energías contaminantes no renovables. Esto genera una reacción en cadena gatillada por el propio consumo humano, en la que, al aumentar el consumo, se incrementa la demanda y por ende, la producción de los diferentes bienes y servicios, trayendo consigo toneladas de gases de efecto invernadero.

Pero entonces, ¿qué podemos hacer, desde esta perspectiva, para reducir la quema de combustibles fósiles y la liberación de gases de efecto invernadero? Bueno, así como como la demanda retroalimenta positivamente a la oferta, la reducción de esta la condiciona de forma negativa. En este sentido, la reducción del consumo por parte de la población reduciría enormemente las actividades industriales, y, por ende, las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto no es tarea fácil, pues implica un cambio radical en los hábitos de consumo de las personas. Pese a ello, existen pequeñas cosas que se pueden hacer sin alterar el diario vivir. Por ejemplo, se puede priorizar el consumo de bienes y servicios locales que tienen un menor impacto en cuanto a su huella de carbono, pues ahorran un porcentaje importante en las emisiones provenientes del transporte. Además, se puede incentivar el reciclaje de ciertas prendas de vestir, esto si tenemos en consideración que la industria textil es responsable de cerca del 10% de todas las emisiones de carbono. Por último, preferir el consumo de productos libres de emisiones de CO2, puede incentivar a la industria a producir bienes y servicios más amigables con el medio ambiente. Esto tiene sentido, ya que si existe una demanda por productos con cero emisión de CO2, el mercado se encargará de motivar en la industria, la oferta de productos más amigables con el medio ambiente. 

Diego Saavedra Moya

Profesor de Química y Biología
Máster en Áreas Silvestres y Conservación de la Naturaleza
Académico Universidad de Santiago de Chile

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